jueves, 23 de febrero de 2012

S O L O

Trato de dormir junto a este zaguán, estoy mareado, no hay nadie, todos huyeron asustados. Los gatos, aullando aterrorizados, fueron los primeros en escapar, no sé por qué. Estoy muy mareado, borracho por el vino que encontré en las botellas del tarro de basura de la cantina, me dormí un rato y un ruido raro me despertó. No tengo dónde refugiarme mejor, todas las noches duermo acá, ahora hace mucho frío. Tengo un colchón medio roto, una manta y un abrigo viejos que me dieron. Todavía no sé qué pasa, pero me da miedo, escucho un ruido raro que se va acercando, como una goma enorme que se desinfla y vuelve a inflarse, es un chiflido fuerte, va aumentando, viene rápido hacia acá. Está muy oscuro, hay una niebla espesa, no se puede ver nada a más de unos pocos metros. Es difícil respirar, estoy tiritando. Tengo pánico, no me puedo mover, me tiembla todo el cuerpo, no veo nada, ya está muy cerca, el chiflido es ensordecedor, me rompe los tímpanos… Ahí viene, Oh! Nooh, Qué horrible, es una tremenda masa de grasa negra, crece y traga todo lo que encuentra. Es una avalancha espantosa. Se tragó todos los tarros de basura, los autos parados en la calle, arranca los árboles de cuajo y nada queda en pié, engulle todo. Viene para acá. Las piernas no me responden, no puedo moverme, estoy contra la pared, lo más chato que puedo, para que no me toque, quizás me salve… está pasando, pero más atrás engordó mucho, abarca toda la calle… me va a tocar… Ay! Nooo! aaghh!
--Uy, qué susto! Tengo que dejar el alcohol! Qué horrible pesadilla! Uno sueña cada cosas!

martes, 21 de febrero de 2012

Despido

Ese viernes de mañana garuaba, muy temprano, munido de su gacho y paraguas grises, se encaminó a la estación, como siempre. El tren no se hizo esperar y Juan fue puntual una vez más, igual que durante todos los días de sus quince años de asistencia perfecta que nunca le mereció premio alguno.
Al llegar a su oficina, no le dejaron entrar, le dijeron que recogiera sus cosas y pasara por la caja, donde le esperaba la última liquidación que ya estaba preparada.
Sin explicación, preámbulo ni cortesía alguna, había sido despedido. Puso sus cosas en una oscura bolsa grande de residuos, pasó por la caja, embolsó el dinero, guardó los papeles y se fue, como si nada, sin posibilidad de despedirse de sus compañeros... Se fué pateando las hojas multicolores que alfombraban calles y veredas del barrio de la fábrica, mientras la garúa espesa cantaba su ritmo acompasado, relativizando la importancia del momento vivido, aunque sumando otro pálido y triste aporte a las frustraciones que venía coleccionando últimamente. Pasó por el banco a depositar el dinero, luego fué a lo de su amigo abogado, a darle la noticia y para que revisara la liquidación recibida. Luego acudió al gimnasio. Se zambulló y nadó diez piletas. Luego le dio trompadas a la "punching-bag" hasta que se cansó.
Ya era mediodía, comió algo en el restaurante de su ex, le dejó la cuota mensual con anticipación este mes, pasó por un comercio de computación y compró un ordenador, más varios elementos para armar la propia oficina en su casa. Llegado allí, envió decenas de CV's y luego, café mediante, retiró una runa de la bolsa: esta vez resultó ser Teiwaz, la runa del guerrero espiritual. Esta runa demanda el culto de la paciencia, recuerda las palabras de San Agustín: "El premio de la paciencia es la paciencia" También es una runa de coraje y dedicación, templanza que caracterizó su existencia. Esta es la vida que Odín, el Tao, las fuerzas de la Naturaleza o Di-s le mandaban, otra prueba más a conquistar.

Rosh y el tesoro de Odin

Cierta mañana, después de siete días de intensas tormentas, Rolf se despertó deslumbrado por una extraña y enorme luz multicolor que invadió su humilde choza. Al levantarse, aunque estaba acostumbrado en sus cientos de años de edad a ver muchos prodigios y milagros, esta vez no pudo acreditar lo que estaba viendo. Un enorme arcoiris terminaba en su choza y tres ollas fantásticas llenas de monedas acuñadas con el más fino oro relucían tanto que apenas mirabas quedabas momentáneamente ciego, recordando la imagen. El duende procedió a agrandar su choza para darle cabida a ese tesoro que le enviara Odín, con un encargo en tres partes, que debía cumplir uno tras otro, en un tiempo más o menos breve. El pájaro azul del bosque trasmitió con sus gorjeos todos los detalles de la triple operación, a ser ejecutada al pie de la letra. Rosh conocía el fino lenguaje de los pájaros y mil idiomas y dialectos recientes o remotos en el tiempo y la distancia, podía hablar con las plantas, tan bien como con los hombres y conocer la naturaleza del vacío de cada ambiente y las repercusiones correspondientes a cada sonido, cada suspiro, cada latido, antes de que se produjeran.
Odín le encomendaba restablecer la salud y la paz en el Reino de Lear, donde estaban sufriendo culpas ancestrales del karma de sus antiguos predecesores, tanto el rey como la mayoría de sus súbditos.
Rosh, desenrolló una soberbia carpeta de Esmirna y colocó sobre ella, una de las ollas con monedas de oro y apenas partió, llegó al palacio del rey Lear. En seguida fue llevado a su lecho, donde ya esperaban su muerte muy próxima. Rosh acudió a sus dones de sanación que rara vez practicaba y orando toda la noche, junto con todo el pueblo, al amanecer, se fueron levantando a agradecer perfectamente sanos, todos sus enfermos. Dejó el tesoro al rey y extrajeron una runa de la bolsa que Rosh llevaba siempre consigo, para indicar al rey el camino que debía seguir. La runa esta vez era Ehwaz, la runa del movimiento, la transición, los cambios, el progreso, ese era el camino esperanzado que indicaba al rey las decisiones a tomar de inmediato.
Sin esperar agradecimientos ni festejos, entre los aplausos felices de todo el pueblo, se dirigió a su alfombra, para llegar a tiempo al siguiente destino que Odín le había fijado.

Rosh, el duende y las runas.

Se despertó en un claro del bosque, en la alta montaña, una fría mañana de otoño, abrigado con su atuendo de piel de lobo. Un amplio collar de 25 runas que llevaba en el cuello, chocaron entre sí cuando se incorporaba y el pensó que era un buen presagio para comenzar ese hermoso día de sol.
Rojos, ocres, dorados y marrones poblaban el espeso bosque.
Rosh era un viejo glifo aventurero, que había llegado a América del Sur hacía más de 50 años, después de mil peripecias vividas en el viejo continente, pasó una temporada tranquila en Gaimán,Chubut, circunstancia de la que ya dimos cuenta en este sitio y ahora continuaba haciendo de las suyas por todas partes donde alguien solicitara su generosa participación.
Ultimamente ha tenido que viajar por lejanas comarcas, cayó prisionero de indígenas que amenazaron ingerir su anatomía en crudo y por una causa fortuita, pudo zafarse gracias a sus conocimientos al salvar a la nieta del jefe, de morir ahogada con un carozo de damasco. También tuvo mucha suerte, cuando a raíz de una fiebre alta originada por vaya a saber qué enfermedad, se metió en una gruta donde corría un riacho de agua fresca y tuvo que defenderse de una manada de lobos que la habitaban.
En el medio de una noche tormentosa, un rayo lo iluminó y se sintió tocado por el espíritu de Odín, el dios vikingo. Tomó varios gijarros chatos del río y formó sus primeras runas, que ahora colgaban de su pecho. En un sueño brillante, concibió todo el conocimiento y tuvo la paz con la que siempre había soñado. Puso las runas en una bolsa de piel de lobo y luego de agitarla, extrajo Perth, la runa del misterio, de la iniciación, que está asociada al ave Fénix, que se consume en el fuego y luego resurge de sus propias cenizas y sus caminos son secretos. Rolf, coincidentemente, se sentía como un guerrero solitario que había tenido que afrontar mil aventuras tremendas y que estuvo a punto de morir en muchas ocasiones, saliendo avante de todas ellas, aún con mayores bríos y sabiduría.Ya había llegado el tiempo de la iluminación y estudiaba el oráculo diariamente. Sus runas le indicaban las posibles decisiones a tomar y arrojaban luz sobre todos los temas consultados. Siempre había gente que le requería ayuda y él la brindaba con generosidad y alegría.

lunes, 13 de febrero de 2012

La vida todavía puede ser maravillosa!

Felipe salió del hospital caminando muy despacio. Bajó la larga escalinata como en trance. No podía pronunciar la palabra, pero la repetía en su mente, como tratando de acostumbrarse a la idea: “cáncer”, “cáncer”, “cáncer”. Los dos médicos que lo atendieron le dijeron más o menos lo mismo: “Menos mal que vino a tiempo, deberá seguir el tratamiento y hacerse chequeos periódicos, si sigue las instrucciones al pie de la letra, lo más probable es que deje este mundo por otras razones y no por esta enfermedad. Ha sido controlado a tiempo, quédese tranquilo.” Y el tipo se repetía estos conceptos, aparentando la mayor tranquilidad, porque ahora tendría que ir a casa y contarle a su mujer. Cómo lo tomaría ella? Ella es muy guapa y optimista, seguramente tendría palabras de aliento y confianza.
Tomó el colectivo en la esquina de enfrente del hospital, se sentó junto a una ventanilla. El sol le daba en la cara. Miró el reloj: eran las 10:30 de la mañana. Llevaría una botella para “celebrar” y una baguette de la panadería de la vuelta de su casa.
María estaba barriendo la vereda y charlando con la vecina. Cuando lo vió, dejó la escoba y corrió hacia él. El le dedicó su mejor sonrisa, pero algo denunció su ansiedad, porque María le preguntó visiblemente preocupada: “Qué pasó, que te dijo el médico, los exámenes dieron bien?”
Felipe le dijo todo de un tirón, para sacárselo de encima. Una frase larga, pero directa: sin disfraces, ni tapujos. Ella se llevó la mano a la boca y sus ojos denunciaron sorpresa y temor. Le dijo: “--Vas a pedir una segunda opinión?” y él le contestó: “—No, no hace falta.”
Ella lo tomó del brazo, de paso agarró la escoba y sin despedirse de la vecina, entraron en la casa caminando despacio. María, con un nudo en la garganta, le preguntó sobre los cuidados que tendría que tener y quedaron de acuerdo que todo iba a salir bien.
Pasaron tres meses, hasta que el tratamiento, que daba resultado, pasó a ser una rutina más y ambos cobraron confianza.
El pidió una licencia de un mes, que le dieron en seguida, con goce de sueldo, porque hacía tres años que no usaba el beneficio. Retiró dinero de los ahorros y compró pasajes para algunos lugares que su esposa hacía tiempo le pedía conocer. Llamó a sus dos hijos y les avisó que se iban… les pidió que vinieran esa noche y les explicó todo con un café delante. Lo tomaron con naturalidad, le dieron un abrazo fuerte y se despidieron con alguna lágrima por salir.
El sábado siguiente partieron a la Terminal. Un ómnibus los llevó en 19 hs a Bariloche. Fueron al hotel y después de dejar las cosas en la habitación y darse un beso, fueron a desayunar.
Se les ocurrió que había un sin fin de cosas que querrían haber hecho durante todos esos años desde que se casaron y ahora era el momento de hacerlas todas juntas y divertirse a rabiar.
El se dijo: “Hoy es el primer día del resto de mi vida y todo tiene que cambiar, voy a empezar a vivir como corresponde, como siempre debí haber vivido: andar más tiempo en jeans, descalzo, comer helados más seguido, salir a bailar los fines de semana, comer las comidas que me gustan, sin fijarme en tantos detalles que me echaban a perder las ganas. Voy a hacer una fiesta e invitar a todos los amigos –siempre quise hacer esa fiesta para que se conozcan unos a otros y nunca me decidía.
Me voy a comprar algunas pilchas que me gustan y no compraba por no gastar, para qué tengo las tarjetas!? La vida todavía puede ser maravillosa!"

VIDA EN LA COSTA

El verano en su plenitud brillaba en toda la comarca, las playas se llenaban de gente buscando el fresco del agua de mar, la brisa de la costa y las bondades del astro en horas tempranas o tardías.
Después de una semana canicular, el cielo se pobló de nubes oscuras y ya era inminente la tempestad, cuando aparecieron en el cielo formando una enorme V, una fila de patos salvajes que recalaron en la bahía y con gran algarabía comenzaron a zambullirse sobre un cardumen que tranquilamente transitaba esas aguas.
La lluvia no se hizo esperar y solamente quedaron a la vista, los patos salvajes pescadores en el este y algunos surfistas, en la parte oeste, que no se arredraron ante la tempestad.
Yo comenzaba vacaciones, después de muchos meses de trabajo arduo y estaba fascinado ante el espectáculo, buscando los distintos ángulos, luces y sombras, filtros, etc, logrando fotos hermosas para admirar luego, cuando volviera a casa.
De pronto allá a lo lejos divisé unas toninas o delfines grandes, que se sumaron a la pesca de los patos, con la consabida disconformidad de éstos, que se abalanzaban amenazadores hacia ellos, como si fueran capaces de taladrarlos con sus picos.
Ahora una garúa apenas cantaba sobre las rocas, arena y vegetación a mi alrededor.
¡Qué fantástico espectáculo y yo era el único afortunado, capaz de disfrutarlo doblemente, al verlo y grabarlo, para seguirlo viendo cuantas veces quisiera!
Me acerqué más y coloqué lentes más potentes en la cámara, para divisar los eventos más alejados del escenario y pude fotografiar varias veces una gran ballena jorobada, que se acercaba con su cría y su chorro de agua inconfundible.
Mi amiga Isa, apareció con su bicicleta, para avisarme que ya estaba lista la comida. Recogí las compras de verduras que ya había hecho y llegamos a la casa al mismo tiempo. Dejé el auto en la cochera y fui a la cocina a preparar la ensalada en un santiamén.
En ese momento, volvió a arreciar la lluvia, como si hubiera escuchado mi ruego, amante de las tormentas eléctricas y de las siestas con lluvia feliz tamborileando los techos de chapa y las ventanas de la casa.

viernes, 10 de febrero de 2012

DÓNDE?

--Sueño o estoy despierto?... este lugar me resulta muy extraño… esa gentuza que ocupa las celdas contiguas visten todos una especie de pijamas color gris claro… oh… como el que yo también tengo puesto… no tienen nada que ver conmigo. Estoy sujeto a una silla de ruedas... ¿Qué hago acá, dónde estoy?
--Extrema contrariedad… Qué es esto? Un hospital? Debe ser un lugar para corregir adicciones, eso debe ser, yo sé que tengo que dejar el alcohol y algunas drogas sociales, habituales, nada del otro mundo, no es la primera vez que mi familia me obliga, con promesas primero y con amenazas después, para que venga a recuperarme a uno de estos sitios.
--No sé por qué todos hablan en alemán acá, yo lo recuerdo un poco, porque mis abuelos lo hablaban. ¿No hay nadie acá que hable como en mis pagos, en Argentina, por lo menos? Todos hablan alemán, que apenas comprendo… y no parecen amigables. Oh, me estoy volviendo a dormir, qué sueño tan pesado!zzz
--Oh! El viejo jardín de la casa de campo de mi niñez, la casa de mis abuelos, qué hago acá sentado? Estoy en una silla de ruedas en el jardín de flores y árboles frutales, el aroma de los jazmines y los azahares, me recuerda mi infancia, en casa de mis abuelos… Esto es muy raro, debo estar soñando! No puede ser! Oh, acá se acercan ellos, sonriendo al verme, pero no son amigables, nunca me cayeron bien y vienen mascullando en alemán, están contrariados, apenas entiendo lo que dicen, mejor no les hablo, quiero ver qué dicen ellos primero, yo creía que estaban muertos hace décadas y sin embargo lucen muy jóvenes! No entiendo nada!
--Hola Adolf, cuánto mejor te ves hoy, saluda a Oma, vamos! Soy tu abuela! Ya no me quieres?.. la Oma se va a poner triste! –insistió la mujer.
--Déjalo, quién sabe con qué lo doparon hoy… hay que dejar que se recupere, para poder terminar de una vez con el mismo tratamiento que nos hicieron a nosotros, parece que ahora lo mejoraron bastante, vamos, déjalo tranquilo, vayamos a almorzar! –apuntó el abuelo.
--Tratamiento? Qué tratamiento? Qué es esto? Donde estoy? Mis abuelos recibieron el mismo tratamiento que me van a hacer a mí? Ellos también hablan en alemán todo el tiempo... Estaré en Alemania? Qué pasa? Alguien podría explicarme qué está pasando aquí? Tengo un agujero en el estómago, quisiera tomar un whisky con hielo o por lo menos una cerveza bien fría… un gin & tonic o una Fernet con Coca-Cola. Iré a la cocina, uno de los meseros, está leyendo el diario, es el Frankfurter Allgemeine, así que no es broma, seguramente estamos en Frankfurt! Otra vez me ataca el sueño, quiero resistir y no puedo, mis manos no se mueven, no puedo ir a ningún lado, alguien se acordará de mí? Qué sueño irresistible tengo! zzzz.
--Estoy en una cama atado, no me puedo mover, escucho que me nombran, alguien viene a verme… me haré el dormido, a ver si dicen algo para que pueda entender qué está pasando acá conmigo… adónde estoy y para qué!? Otra vez, mi abuelo habla en alemán, ahora con un médico. Creo haber estado hablando con este médico, tiene cara de maldito, creo que me hipnotizó, lo recuerdo moviendo un péndulo sobre mi cara.
--Entonces, Ud. cree, doctor, que podrá resistir el tratamiento como nosotros? Porque mi nieto se ve algo más débil que mi hijo y él no lo pudo aguantar. Es imprescindible que alguien de la familia complete el círculo! –exigió el abuelo.
--Mire, Herr Heinz, estamos siguiendo las fórmulas que fueron utilizadas con su padre de Ud y con Ud mismo, creemos que si los resultados con su nieto continúan así, vamos a lograrlo. Quédese tranquilo! Ahora, mejor no lo despertemos, dejémoslo descansar, ha tenido que soportar esfuerzos grandes, le hemos grabado todos los recuerdos necesarios, a fin de conformar su pasado convenientemente, de acuerdo a los requerimientos que Ud. mismo impuso, esperemos que soporte el resto del proceso normalmente. Esta noche a las 21hs comenzaremos la penúltima fase, con la homologación al ser superior y el pasaje de todas las virtudes genéticas más puras, a las suyas de Ud. con el rejuvenecimiento resultante, para ello deberán estar presentes Ud. y su esposa, con por lo menos ocho horas de ayuno, por supuesto. –dijo el médico.
--Ah, sí, ya lo sabemos. Ya descubrieron por qué falló la última vez con el hijo del Director Hauser? Dicen que casi lo mató! No quiero que fracase otra vez con mi nieto y nos quedemos sin posibilidades de sobrevivir otros treinta años, con este asunto no se juega! –advirtió el abuelo.
--Sí, entiendo su preocupación, pero como Ud. ya sabe, hemos estado experimentado desde hace doce años, con chimpancés, orangutanes, cerdos y también con seres de segunda, de las minorías de siempre y ya todo funciona mucho mejor, con solo un 1,5% de posibilidades de error, solo hay que seguir las indicaciones al pie de la letra y no habrá problemas, quédese tranquilo, Herr Heinz! –confirmó el facultativo.
--¿Cuántas veces más podremos usar la médula de mi nieto, antes de que muera? –preguntó Herr Heinz.
--Aproximadamente una o dos veces más, dependiendo de su estado, por supuesto. Claro que si lo hiciéramos cada cinco años, èl también podría vivir prácticamente para siempre, como Ud. y su esposa. –Indicó el médico.
--Bueno, bueno, pero nosotros queremos asegurarnos por lo menos unos sesenta años más y luego, con el tiempo se verá. Si mi nieto resiste, bien, y si no, paciencia! –dijo perturbado Heinz.
--Qué están haciendo conmigo? Me tengo que escapar, menos mal que desde anteayer no tomo las pastillas y me mantengo despierto, tengo que escapar hoy, después de la cena, sin falta.
Ya cené, todo parecía correcto, no había ningún gusto raro en la comida, otra vez escondí las píldoras en el bolsillo del saco pijama. Ahora voy a rodar en la silla suavemente, espero que no chirríe... para pasar desapercibido, iré hacia el jardín y me esconderé entre las plantas donde escondí mi ropa y allí me cambiaré, con tan solo una camisa y un pantalón normales, pasaré desapercibido. Debo deshacerme de este pijama ridículo. Estamos en verano, hoy la máxima fue de 30º C y esta noche hace unos 23º C.Suerte que el mesero era tan torpe que ni se enteró que yo no era un médico, bastó con robar un saco blanco del perchero, ponerme un estetoscopio alrededor del cuello y robar descaradamente un par de manzanas, para que me revelara sin desconfianza alguna, lo que necesitaba saber.
Tengo que correr hacia el pueblo y subir al tren de la una de la mañana, son solamente doce estaciones hasta llegar a Frankfurt, apenas unos 30 o 35 minutos, a esa hora no para en todas. El muñeco que hice con la almohada despistará al enfermero, creerá que me fui a dormir temprano.
Ya estoy en el jardín, esconderé la silla de ruedas entre los matorrales, allí pasará desapercibida. Ahora, a correr, ya salí de ese manicomio… Voy por las sombras…
--Oh, adónde estoy, es un área abierta del hospital, los ventanales están totalmente cubiertos con pesadas cortinas color arena. Solo estoy yo y una serie de aparatos que nunca había visto antes, a mi alrededor, estoy otra vez atado a la camilla, hay un olor muy fuerte a amoníaco, qué es ese ruido? Echaron a andar las máquinas… siento que me ahogo, me desmayo, gira mi vida entera en un torbellino, no recuerdo nada… quién soy? Dónde estoy?

martes, 7 de febrero de 2012

El Asesino Ubicuo y el Mentalista.

Sabía que estaba soñando y el sueño me intrigaba, veía a través de los barrotes, los dibujos en una de las paredes de la celda de un criminal serial. A primera vista, parecía pornografía ordinaria. Era una grotesca silueta femenina que no llamaba la atención. Sin embargo, noté algo raro alrededor de la imagen: números, probables códigos, fechas y posibles coordenadas, que rodeaban el dibujo, algo para tener en cuenta. Confío en mis corazonadas. Estaba estudiando a un despiadado asesino canadiense, esquizofrénico, que según mi teoría, comandaba una horda de degenerados disciplinados, que le obedecían fanáticamente y aún desde la prisión, les hacía ejecutar siniestros crímenes combinados sincronizados, que realizaban al pie de la letra, con el mismo modus operandi, exacto, que él mismo solía usar cuando estaba en libertad, siguiendo sus precisas instrucciones. Parecía como si fuera un solo criminal ubicuo, que quintuplicaba su actuación delictiva a pesar de estar preso y era por eso, que todos se mesaban los sesos intrigados al principio, hasta que lo descubrí.
Decidí, visitar la cárcel de máxima seguridad del estado, esa misma mañana temprano, antes de tener que enterarme de su siguiente delito múltiple. Llamé al Detective Morrison, con quien ya hacía un año que trabajábamos este y otros casos y le contagié mi razón: era perentorio evitar que continuara comunicándose con sus secuaces y a la vez, teníamos que atraparlos a todos. Una tarea nada fácil. Media hora más tarde, nos encontramos en la puerta de la prisión.
La celda estaba desocupada en ese momento. El prisionero, después de una trifulca múltiple en el patio de la correccional, se encontraba en el hospital de la prisión muy mal herido de una pierna, con varias costillas rotas y una terrible herida profunda en el cuello, por donde se desangró peligrosamente.
Entramos a la celda sin mayor trámite, saqué fotos de los dibujos de la pared, tal como había visto en mi sueño la noche anterior, que parecía ser el patrón conductor de todas las fechorías a perpetrar de inmediato, a juzgar por las fechas. Varias eran para ese mismo día. Todo estaba en clave, bastante escondido para despistar a los neófitos.
Inmediatamente, fuimos a ver al sujeto al hospital. Parecía dormido, tapado hasta las orejas, con una gorra puesta, pero yo lo recordaba mucho más gordo. Por pura corazonada, lo destapé agresivamente y tal como sospeché, se había hecho humo, solo quedaba un monigote de trapos insuficientes para aparentar su corpulencia real.
Alarma general, búsqueda total. Nadie parecía entender cómo se escapó. Sin embargo, era evidente que tenía cómplices adentro, que lo habían ayudado, en las condiciones de esa pierna lesionada, no podría haberse desplazado en absoluto. La noche anterior había tenido que recibir una transfusión para compensar la sangre perdida durante la reyerta. Tomé un mapa de la zona y apelé al sentido común y a la radiestesia, péndulo mediante, que lo confirmó, era demasiado obvio que se dirigía a Canadá. Por eso mismo, había quien argumentaba que este tipo debía tener un plan más elaborado y querían buscar por otras rutas vecinales. La búsqueda fue escrupulosa, no se omitía detalle alguno.
Evidentemente, todavía estaba cerca, había partido hacía menos de una hora, con su compañero de celda, otro conocido criminal, en una de las ambulancias faltantes del garaje de la prisión. Seis helicópteros y veinte patrulleros estatales fueron despachados de inmediato, para cubrir todas las salidas de la ciudad, terminales de trenes, ómnibus, aeropuerto, caminos que conducían a la frontera y los que salían de la región, hacia las ciudades de los alrededores. El FBI tomó la responsabilidad del operativo con la cooperación total de todas las fuerzas disponibles. Un fuerte cordón policial fue montado en toda la frontera y avisada la policía montada de Canadá para reforzar el cerrojo. Buscamos infructuosamente durante toda la mañana sin tregua ni demora.
Según mis cálculos tenía que estar guarecido en la casa de algún parroquiano, muy cerca del límite con el país vecino, para escabullirse a la noche, cuando fuera más fácil. Llevamos perros para peinar el área. La policía local aportó datos de un par de ex convictos que vivían en las inmediaciones y podrían estar involucrados.
La ambulancia se encontró a menos de una milla de la casa que señalaban los perros.
Rodeamos el área y luego de recibir la orden judicial, entramos. El dueño de la casa negó toda complicidad y fue arrestado para averiguaciones.
Había vuelto a escapar inexplicablemente. Lo seguimos con los perros hasta que perdieron el rastro.
Ya estaba oscureciendo cuando recibimos noticias de cinco asesinatos cometidos con idéntica modalidad, a cinco prostitutas rubias –que parecían realizados por la misma persona-- en cinco distintos puntos del territorio, a cientos de millas unos de otros, a la misma hora y aún el líder de la banda seguía desaparecido.
Volví a concentrarme, ya era de noche, la búsqueda continuaba ahora con más efectivos e instrucciones precisas. El tipo quería pasar a Canadá, era su única vía de escape posible. Pedí por favor, que reforzaran las medidas de seguridad en todos los pasos a Canadá, ríos y caminos, sobre todo, los menos transitados.
Cuando me pasaron los partes, en seguida me di cuenta que se había filtrado disfrazado.
En uno de ellos, decía que revisaron a un anciano andrajoso, algo sucio y temblón, con documentación canadiense en regla, que llevaba mantas y ropa vieja, a lomo de burro y después de revisar cuidadosamente la carga, lo dejaron pasar. El hombre cojeaba notoriamente.
En Canadá, rastrillaron la zona, pero era lógico, que ya había adoptado otra fisonomía.
Transcurrieron tres meses sin que pudiéramos obtener pista alguna de su paradero y no hubo otros crímenes durante ese lapso.
Entonces, comenzaron a haber algunos robos con asesinato con total saña y alevosía --para aterrorizar y someter a las víctimas, más fácilmente. Les gustaba la notoriedad, así que empleaban siempre la misma táctica y robaban cinco lugares parecidos, primero fueron cinco gasolineras, luego cinco pequeños bancos de pueblos alejados, en sitios distantes, siempre todos al mismo tiempo. Pasaron otros seis meses y ya se habían sumado otras cinco o más personas al equipo y el canadiense no había dado señales de vida aún, pero se sospechaba que seguía dirigiendo la organización.
Luego, pasaron a atacar bancos y casas de cambio de mayor jerarquía y volvieron a asesinar prostitutas rubias de a cinco por vez, lo que parecía su pasatiempo preferido, las secuestraban, las sometían a mil tormentos y finalmente, las asesinaban, siempre de la misma forma.
Por más que me concentraba, no podía imaginar o soñar dónde iban a operar la siguiente vez, ni por dónde vivían o cuál podría ser la manera de atraparlos sorpresivamente. Trataba de dormir para soñar y visualizar alguna pauta que fuera útil para la investigación. Me sometí a hipnosis, pero también fue inútil. Llevaba varias semanas sin conciliar el sueño.
Tendimos redes de policías encubiertos que aparentaban querer sumarse a la banda que ya tenía fama internacional. Para vender más papel, ya el periodismo les había dado nombres rimbombantes, como “El Asesino Ubicuo”, “La Banda Invencible”, “Los Asesinos del Bisturí” o “Los Médicos Homicidas”, porque cometían todos los asesinatos utilizando un bisturí idéntico todas las veces y practicaban cortes muy precisos, como haría un cirujano. Hasta se llegó a pensar que todos eran médicos o profesionales de la salud, por la gran pericia para matar rápida y efectivamente, después del sometimiento y la tortura previos, realizados celosamente, de igual manera en todos los casos. Ellos seguían pretendiendo aparentar que se trataba de una sola persona capaz de volar de un sitio a otro y estar en todas partes al unísono. Cuando ya no veíamos la luz al final del túnel, una noche en la que caí rendido en un camastro de la jefatura, volví a soñar sorpresivamente con el mismísimo Renier Campbell, alias “El Canadiense”, también apodado “El Francés” o “El Gordo”, el tristemente famoso jefe de la banda, que reía sacudiendo su panza satisfecho, mientras bebía copiosamente, en el bar de un famoso hotel de Las Vegas, donde solía juntarse lo peor del hampa de Nevada y los estados vecinos. Vestía completamente de blanco, con sombrero de Panamá, lentes oscuros y lucía gruesos anillos, collar, reloj enorme y pulsera de oro. Otros ocho hombres y varias mujeres lujosamente desvestidos, ocupaban sillones de varios cuerpos y sofás de cuero, compartiendo chistes groseros, dando risotadas ordinarias y con modales de mal gusto, comiendo presas de carnes y aves con manos grasientas, mientras daban cuenta de numerosas botellas de licores de todo tipo y color. Mi presentimiento me decía que esto estaba ocurriendo en ese mismo instante y no había tiempo que perder.
En seguida despachamos efectivos encubiertos hacia el lugar, a fin de no espantar a la banda, los rodeamos cuidadosamente y una vez cumplidos los imprescindibles requisitos judiciales, entramos al recinto privado del bar, que les había sido adjudicado a los bandidos.
Cuando nos vieron, comenzaron a disparar sus armas inmediatamente, hiriendo a dos de nuestros hombres, pero quedaron encerrados sin escapatoria posible.
Previa consulta con la gente del FBI, me permitieron la función de mediador, ya que tenía el mismo origen canadiense y me iba a ser mucho más fácil parlamentar con el gordo, también canadiense, diplomáticamente, en su propio argot Québécois, hasta que logré que se entregaran, no sin prometerles algunas prerrogativas que creí indispensables, preservando en parte, la imagen del insolente criminal, a fin de terminar de una buena vez el asunto, sin más pérdidas humanas. Así que no hubo periodistas ni fotógrafos presentes, lo cual me alegró, porque la prensa contribuyó a la celebridad de los pillos que obtuvieron mucha ayuda del populacho, que los protegía inexplicablemente y así era como también les resultaba tan sencillo engañar y someter a sus víctimas.
Todos fueron convictos con penas vitalicias multiplicadas por la cantidad de crímenes cometidos. Solo uno de ellos, que no había participado más que en un ataque a una gasolinera sin cometer asesinato, tuvo una pena de quince años y salió cinco años después, o sea, la semana pasada, por buena conducta.
Yo ya no estoy trabajando y no me incumbe, sin embargo, me pregunto si el asesinato de esta mañana en Scofield, Utah, a una prostituta rubia, no habrá sido obra de este tipo, el único que quedó libre y que sabía los detalles exactos del modus operandi de la banda, evitando huellas y teniendo en cuenta todos los recaudos.

lunes, 6 de febrero de 2012

LAS HORAS SIN VOS

Mientras duermes, escribo

Camino, pienso…

Noches caniculares

Cuántas horas solo

Con tu recuerdo, tierno

Horas solas,

Horas locas,

Absurdas,

Horas de espera, de ilusión

Desesperadas horas…

Al final del día

Horas vacías

Sin sentido

Horas de olvido

De desamor

Tristes horas

Sin razón

Ni corazón

Frias, flacas

Horas ridículas

Las horas sin vos!

Haiku de la luna de hoy.

La luna llena.
Belleza que hechiza
No puedo dormir!

Luna de enero
Tan redonda y clara!
Fuente de placer.

La luna y vos!
Las miro asombrado!
Cómo descansar?

jueves, 2 de febrero de 2012

O L A S

La lluvia aparece justo ahora, cuando ya nadie la esperaba, el sol se apagó de pronto y espesas nubes negras ocuparon su lugar. Alguien corre a sacar la ropa del tendedero adonde se secaba tranquilamente hasta este momento.
Estallan truenos ensordecedores y el enorme granizo, rompe vidrios y abolla automóviles antes de protegerlos.
En la playa, hasta los perros buscan guarecerse, aullando de miedo, después de recibir algunos golpes. Todos huyen despavoridos. Desde el observatorio del ventanal de la terraza, puedo ver cómo un rayo parte un árbol al medio y cómo la gente trata de esconder los autos para que no se dañen. De pronto, veo una franja muy oscura que se mueve, allá lejos, en alta mar, en el horizonte, enfilo el telescopio hacia allí y ahora lo veo bien. Es inconfundible. Viene un tsunami y avanza rápido. No puedo creerlo. Se me crispa todo el cuerpo, me invade el miedo. Quedo paralizado. Apenas me sobrepongo, corro afuera, luego vuelvo, cierro todo y me voy, no me llevo nada, solo este aparato para seguir trasmitiendo, espero que tenga suficiente batería. Al mismo tiempo, ya algunos vecinos traen la noticia que enviaron los medios, demasiado tarde, como siempre!
Parten desesperados hacia los sitios altos. De inmediato los caminos se llenan y los que van en auto, tienen que imaginar otras salidas o correr por sus vidas. Ya no importan los bienes materiales, hay que salvarse o sucumbir. Llevan chicos en brazos y viejos o impedidos al hombro, sin cuidado alguno, totalmente enajenados.
Mis amigos y yo, nos escabullimos frenéticamente hasta uno de los tres hoteles más altos, e ingresamos a tropezones en uno de ellos, cuando ya el agua nos llega a la rodilla y al ir subiendo, vemos las olas enormes, que van llegando a la playa en tandas. Los tres nos cuidamos y nos damos ánimo.
Trepamos, subimos y por momentos gateamos, entre empellones y codazos, hasta el séptimo piso, por las escaleras, sin prestar mayor atención a los cuerpos de los caídos, con sumo cuidado para no caer nosotros mismos al suelo, en medio de la muchedumbre enloquecida y al llegar, en grupo abigarrado, nos afirmamos entre empujones y codazos, contra el ventanal, con miedo de reventarlo.
Ahí vino el gran susto, cuando nos creíamos a salvo, la primera enorme ola es tan alta como el quinto piso y tenemos pavor que se lleve al hotel y a todos nosotros con la fuerza de sus aguas negras de lodo y arena, arrastrando destrozos de árboles, techos, trozos de casas, embarcaciones de distinto porte, automóviles, animales y gente, luchando aún o ya exánime. Un perro empapado, callado, que se mantiene parado asombrosamente, encima de un montículo de ramas y barro, también se estrella contra el edificio, veo cuerpos de todo tamaño, edad, y sexo, grotescamente retorcidos, rostros sin vida, con gestos de terror, aún atenazando desesperada e infructuosamente un salvavidas, una tabla o una rama gruesa que no sirvió.
El tiempo transcurre y olas mayores se baten contra el edificio con furor y el horror cunde en forma creciente.
El enorme edificio se estremece como hoja al viento y se zarandea al embate inclemente de cada ola gigante que lo alcanza y como hordas implacables de sanguinarios bárbaros comandados por el mismo diablo, no cesan de llegar.
El ritmo ineludible de la muerte, se repite cada cinco, cuatro o tres minutos, ola tras ola,una mayor que la anterior, avanzando inevitablemente, sin piedad ni perdón.
Hay gente llorando y rezando enloquecida, mientras otros todavía se quejan por la ineficiencia de las autoridades que no anunciaron a tiempo el maremoto, para que nos pudiéramos salvar.
La tormenta eléctrica persiste, contribuyendo al desconcierto general. Truenos y relámpagos muy cercanos, se suman al ensordecedor ruido de las olas, con su cargamento de lodo, arena, troncos, trozos de ranchos y casas, automóviles, columnas de alumbrado con cables eléctricos, animales de todo tipo y tamaño y gente rica y pobre, entrelazados, todos por igual, formando un grotesco y mortal revoltijo de deshechos orgánicos e inorgánicos fangosos, cual espeluznante infierno dantesco, no de fuego, sino igualados por el barro y el terror. Imposible salvarse. Ni teléfonos ni otro sistema de comunicación funciona y la gente, impotente ante la tragedia, enloquece, insulta, pelea o grita nombres, buscando inútilmente a seres queridos, para confortarlos o para que vengan milagrosamente a salvarlos. Muchos, totalmente desesperanzados, esperan quietos, temblando aterrados, lo que vendrá. Sin embargo, algunos prenden velas y rezan por la salvación en ésta o en la vida que vendrá...
Ya el agua llega al séptimo piso, este mensaje va por satélite, espero que llegue, soy Luis Rodríguez, de la Ciudad de Córdoba, Argentina. Ya no hay escapatoria.
Una ola impresionante, mucho más alta que el hotel, ahora nos traga irremisiblemente. De todos modos, ya viví mi vida, ojalá que mis hijos y nietos estén bien y sepan cuidarse para que no les ocurra jamás algo como esto, los quie… FIN DEL MENSAJE