martes, 30 de octubre de 2012

Vidente

Llovía como si fuera la última vez y el niño estaba solo, parado en una vereda de la 18 de Julio, la avenida principal de Montevideo[1]. Al arreciar la tormenta había buscado refugio en un kiosco de diarios y revistas y se entretuvo mirando los colores y formas de los libros de cuentos y revistas para chicos. No entendía lo que decían, pero las figuras le atraían. Su padre le había dicho que vendría por él en seguida, pero ya hacía más de una hora que esperaba, empezaba a impacientarse y tenía frío  El kiosquero le preguntó si lo vendrían a buscar, pero el chico no le entendía, porque no hablaba castellano. El buen hombre se dio cuenta que hablaba inglés y llamó a Ángela, una joven vecina, que trabajaba en una oficina de al lado. Contactaron a la Embajada de EEUU y pronto llegó alguien de allí a recogerlo.
Al día siguiente, Ángela llamó nuevamente a la Embajada para saber que había ocurrido con el chico, y si habían encontrado al padre, pero, inesperadamente, allí le dijeron que no sabían nada del asunto. Trataron de averiguar preguntando por la persona que había venido a buscarlo, pero no le conocían, había dado un nombre falso. Era un caso para ser investigado de inmediato. El kiosquero era un apasionado lector de novelas policiales y sugirió darle el caso a David, un joven policía que hacia tareas de detective para la gente del barrio en su tiempo libre.
Lo cierto es que David, no solo era un policía eficaz, sino que también era esforzado y valiente en su tiempo libre, se dedicaba con entusiasmo a resolver los problemas que los vecinos le encomendaban de vez en cuando y además, cuando así lo requería la situación, apelaba a su sexto sentido: la intuición y llegaba a visualizar realidades que le estaban vedadas a la gente común y a sus colegas habituales. Si, era vidente y en este caso, apenas Ángela le comenzó a contar la historia y le alcanzó una servilleta de papel con una golosina, que aquel chico le había regalado el día anterior, sintió un dolor en las entrañas y tuvo una visión. Vio al niño llorando, maniatado y amordazado, en un hueco de una pared que se estaba viniendo abajo, en un lugar deshabitado, dentro de un viejo frigorífico fuera de servicio. Entonces, recordando el paraje, sin perder tiempo, se puso en movimiento, tomó su viejo Volks y en menos de media hora estaba en el lugar. Pidió ayuda por radio, indicando que no hicieran sonar las sirenas para no alertar a los malvivientes. Cuando llegaron sus colegas, se dirigieron hacia la parte de atrás, para bajar a los sótanos del derruido edificio. Unos perros que hurgaban en restos de basura se molestaron por la invasión de su territorio y comenzaron a gruñir, así que optaron por dar un rodeo para evitar la algarabía.
Entraron por una ventana rota y luego bajaron al sótano. Era difícil no hacer ruido, porque todo estaba desvencijado, incluso los pisos de madera semi-podrida, que difícilmente podían sostener una persona. Algunos ruidos inevitables alertaron a alguien que pregunto alarmado: “--¿Quien anda ahí?”
David optó por maullar y el advenedizo lanzó un improperio contra el gato. Se acercaron aun más y pudo ver por un agujero en la pared que los separaba, que el chico estaba presumiblemente dormido en un rincón, todavía atado y con un trapo dentro de la boca. El hombre que lo tenía preso, estaba borracho y se tambaleaba para llegar a una silla que difícilmente lo podría sostener. En efecto, la silla se rompió y ese fue el momento propicio para dominar la situación.
Ahora, había que hacer cantar al borracho para averiguar las razones del rapto, quiénes estaban detrás del asunto y qué había sido del padre del muchacho, pero eso es parte del siguiente capítulo, que otro día se sabrá.



[1]  La ciudad Capital de la República Oriental del Uruguay.

lunes, 1 de octubre de 2012

Prohibido no amar! Ohonoponopono!

Estas noches de luna llena se prohíbe no amar.
Hoy estamos obligados a amar, dando y recibiendo con alegría, besando, abrazando, lanzando pensamientos generosos de amor a quemarropa y a la distancia, meditando, perdonando, pidiendo que nos perdonen y dando gracias! 
Ohonoponopono, aloha, al mundo todo!